16 Enero 2017
El mesotelioma –en cualquiera de sus posibles asentamientos-, en real o supuesta ausencia de exposición previa al amianto, sigue siendo uno de los tópicos más vigentes en la literatura médica –véase, por ejemplo: Batahar et al. (2016)-. Extremar el rigor, a la hora de poder afirmar, con la máxima seguridad posible de alcanzar, en el estado actual de los conocimientos científicos, si efectivamente se trata, en cada caso considerado, de una real ausencia etiológica del asbesto –o no-, es, según nuestro criterio, una ineludible exigencia de honestidad científica, con tangibles repercusiones, fuera ya, también, del ámbito puramente académico.
El amianto afecta a la totalidad del sistema cardiovascular, incluyendo a todos sus tejidos y órganos constitutivos, y por consiguiente, también al pericardio. Véase, al respecto, nuestro trabajo:
Patologías cardiovasculares en expuestos al asbesto «Rebelión», 15/06/2015 / 16/06/2015 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199971 (I) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199972 (II)
La cuestión también la tenemos abordada en nuestro trabajo:
Las otras cabezas de la Hidra. Presentaciones especiales del mesotelioma / «Rebelión», 10-10-2015 / http://www.rebelion.org/noticia.php?id=204286
La lectura de este anterior artículo nuestro, la consideramos muy recomendable, diríamos que imprescindible, para el cabal entendimiento de toda la cuestión, incluyendo aspectos tan esenciales, como es el de la consideración del mesotelioma pericárdico como enfermedad profesional.
La efusión pericárdica, originada por asbesto, es abordada en: Trogrlic et al. (1997).
En Mirabella (1992), el autor afirma que “el amianto tiene un efecto nocivo sobre la serosa pericárdica.”
Refiriéndonos específicamente al nexo causal respecto del mesotelioma pericárdico, diversos trabajos lo postulan, ya sea genéricamente, expresando la opinión de los respectivos autores, ya sea refiriéndolo al caso concreto tratado en cada uno de esos artículos. Revisaremos seguidamente algunos de ellos, comenzando por aquellos en los que tal nexo causal resulta más incuestionable.
En Okumura et al. (1980), los autores, en el «Resumen» de su trabajo, se manifiestan así: “El paciente había estado trabajando en una fábrica de amianto durante cuatro años, a partir de los 16 años. Hace cinco años se quejó de esputo y tos, y fue tratado por bronquitis crónica. A partir de marzo de 1977, cuando tenía 53 años, el hidrotórax y la ascitis aumentaron, su peso disminuyó y fue hospitalizado por caquexia. El diagnóstico clínico de mesotelioma maligno difuso se realizó, basándose en la presencia de células atípicas en las efusiones. Las células atípicas, mostraron una prueba de tinción con hierro coloidal, positiva, y una prueba de digestión con hialuronidasa, positiva. Se encontraron cuerpos de asbesto en el esputo. El paciente murió en febrero de 1978. El examen post-mortem confirmó asbestosis y mesotelioma, que se dispersó sobre la pleura, el saco pericárdico, el diafragma, el peritoneo y el páncreas. Además, se encontró cáncer de pulmón, de tipo bronquio-alveolar, localizado en el lóbulo inferior del pulmón izquierdo. La difracción de haz de electrones reveló que el asbesto era amosita (amianto pardo)”.
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Fuente: www.rebelion.org
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=221412
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