15 Abril 2025
Juan Antonio González dejó el instituto para ponerse a trabajar. Eran los años del boom de la construcción de principios de siglo. “Te cogían enseguida. Había muchísimo trabajo y con 16 años sentías que ganabas buen dinero”, rememora. De la marmolería saltó al quirófano en menos de 20 años. En 2023, Juan Antonio se vio abocado a un trasplante de los dos pulmones, carcomidos por la silicosis. “Me dijeron que tenía un 80% de probabilidad de no salir; imagínate, con una niña pequeña”. Es 2025 y González vive para contarlo –“de milagro”– por teléfono, a Newtral.es desde la Campiña cordobesa.
Para Paco Torrico, sindicalista y ahora presidente de la Asociación de Perjudicados por la Silicosis, todo empezó a ser extraño a mediados de los dos mil. A su alrededor empezaban a diagnosticarse casos de esta enfermedad respiratoria históricamente ligada a la mina. “Nadie se lo creía porque aquí o en Chiclana no hay minería”. En 2009 se declaró oficialmente un brote de silicosis en Cádiz que confirmó una sospecha: la burbuja del ladrillo había disparado la demanda de unos novedosos compactados de granito para encimeras de cocina. Montemayor, municipio tan olivarero como marmolero, terminó siendo el epicentro de la silicosis del siglo XXI. El norte de España tampoco se iba a librar.
En Almería y en Córdoba había empresas que venían trabajando desde hace décadas el mármol, sector ajeno a la silicosis, “una enfermedad profesional del carbón”, recuerda desde el IDIBell la neumóloga María Molina, que lleva unas dos décadas siguiendo casos y secuelas. Estas empresas del mármol “de repente se encontraron con un material nuevo”, la llamada piedra artificial, “muy resistente y barata, sí. Pero con contenido muy alto en sílice –hasta un 90%–”. Juan Antonio González recuerda que al comienzo trabajaban los aglomerados para encimeras del mismo modo en que trabajaban el mármol u otra piedra. “Si acaso, una mascarilla como de papel”.
¿El problema? El polvo que se desprende al cortar la piedra contiene “fragmentos de entre media micra y 5 micras que se alojan en los pulmones al inhalarlo”, sentencia la doctora. “Un poco como pasa con los asbestos (amianto)“. Estas partículas quedan retenidas para siempre, “provocando neumoconiosis inflamación y fibrosis (cicatrices) e incluso problemas inmunitarios”.
Un informe presentado por el Ministerio de Sanidad la semana pasada acaba de poner cifras a la escalada de la silicosis. Seguridad Social cifra en 5.900 los partes por esta enfermedad profesional desde 2007. Sólo en el último año se registraron 520, conforme a la estadística del CETPROSS. Estadística que Torrico considera infraestimada, dado que sólo la zona de Montilla y Montemayor suma más de un centenar de casos, conforme a datos del Servicio Andaluz de Salud.
Al profesor Alfredo Menéndez-Navarro (UGR), coautor del estudio de Sanidad, le preocupa que “cada vez son más jóvenes los afectados”. El resurgimiento de la silicosis se ceba entre hombres de entre 30 y 49 años, lo cual no sorprende si atendemos a la historia de comarcas como la Campiña cordobesa en el prólogo del siglo XXI. La historia de Juan Antonio.
Una historia parecida a la de Miguel Córdoba, que entró en la marmolería con 17 años, en 1999. Siempre estuvo en el taller, pero un día de 2012 tuvo que instalar una encimera a un piso cuando, tras subir los primeros peldaños, notó un ahogo que no era normal. Retrocedió y se se vio obligados a sentarse en la furgoneta. “Yo tenía asma, pero aquello no era mi asma”. Le hicieron una radiografía. “Salió llena de puntitos”, la marca de la silicosis.
“El diagnóstico suele ser muy sencillo”, destaca Molina. “Pero ha habido mucha batalla en los tribunales para que se reconociese la enfermedad porque algunas empresas consideraban que si no eras minero no podías tener silicosis”, rememora. Para ella, todo ha sido vergonzoso durante años, cuando la evidencia era clara: “el 30% o 40% de nuestros pacientes venía de la construcción”. La doctora lo ha visto: ha destrozado los pulmones de cientos de jóvenes.
La historia de los afectados por silicosis tiene paralelismos con las víctimas del amianto. Una lucha por el reconocimiento de una enfermedad profesional ligada a la exposición a otro mineral, en este caso, el asbesto. Batalla que se ha saldado con condenas históricas a compañías que sabían del daño que podía producir trabajar con ciertos materiales y no garantizaron la protección de su plantilla.
“Para mí hay muchos paralelismos”, asegura la doctora. Aunque a nivel clínico, el amianto provoca cáncer de pleura, no silicosis, la vía de exposición es parecida. Su compañera Olga Mediano, neumóloga del Hospital Universitario de Guadalajara sí matiza que quizás la exposición al sílice esporádica es menos problemática que la del amianto, por el tipo de fibra microscópica, que produce calcificación en la pleura. Pero en los dos casos “hay una reacción inflamatoria. Piensa que en el pulmón no debe entrar ninguna sustancia extraña”. Es potencialmente cancerígena ante los dos minerales.
Ambas doctoras recuerdan que, tanto con el amianto como con la sílice de cuarzo, no hay riesgo si no hay fragmentación. Es decir, que del mismo modo que viajar en un vagón con amianto no supone riesgo para viajeros (está encapsulado), tampoco hay riesgo en la encimera de la cocina hecha de piedra artificial. Sí que es verdad que el desgaste de un tejado de uralita “puede ser más problemático, desgaste que no tiene una encimera”, aclara Molina. El peligro “se da al cortarla”.
Sólo en tiempos recientes se han dado sentencias parecidas en empresas como Cosentino. La histórica empresa almeriense, titular del Silestone, no advirtió explícitamente hasta 2008 del riesgo de silicosis de manipular su producto, que terminó en marmoleras como las de Juan Antonio o Miguel, que las cortaban o instalaban. O en otras de Galicia, donde empresarios de la piedra consiguieron un acuerdo de conformidad por parte de Francisco Martínez Cosentino en 2023, que acaba de promover una fundación para el seguimiento de esta enfermedad.
Menéndez-Navarro, igual que las coautoras de su informe, cree que habría que abrir el debate sobre la prohibición de los aglomerados de cuarzo o una reglamentación mucho más estricta del trabajo con estos materiales, siguiendo el ejemplo de Australia o California. Profesionales médicos de Reino Unido especialistas en salud pública plantearon abiertamente un veto escalonado a estos materiales de encimeras en un editorial de la revista científica BMJ en 2024, no muy distinto al que se aplicó al amianto.
En la industria –y entre los trabajadores–, más que en una prohibición total, confían en encontrar una solución que minimice el riesgo de las generaciones futuras. Y en que la inspección funcione. “En doce años de trabajo, nunca he visto un inspector“, sentencia Juan Antonio. “Y sí, hay afectados que siguen trabajando”.
Fuente: www.newtral.es
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