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Historia del amianto

Siendo visto como un mineral milagroso dado su habilidad para soportar el calor, el fuego y la manipulación el amianto fue una vez un valioso mineral. Este mineral fue extraído en primer lugar por los antiguos griegos, todavía hoy en día se continua llamando a este material como un derivado de su nombre romano y que significa “inextinguible” o “inalterable” Sin embargo hoy en día se le conoce mejor por su naturaleza dañina y por su amenazadora reputación en cuanto a causante de mesotelioma y otras enfermedades letales.

Los primeros usos del amianto

usos del amiantoDurante siglos el amianto se ha usado en la construcción de edificios, en la ropa e incluso para enterrar a fallecidos. Los primeros usos que se conocen del amianto es como componente fuerte para utensilios de cocina para los habitantes de Escandinava hace 4500 años. Se cree igualmente que los fallecidos de casta real eran recubiertos con mortajas hechas de amianto y quemados en piras funerarias. Puesto que la ropa permanecía intacta, las cenizas del cuerpo podían ser fácilmente recogidas.

Los manteles y la ropa hechas de amianto podían ser limpiadas lanzándolas en el fuego, tal y como presenció en China en el Siglo 13 el explorador italiano Marco Polo y los visitantes a una casa de renombre persa. Por todas las propiedades milagrosas que se han expuesto anteriormente, los primeros romanos notaron que aquellos que extraían el material y quienes trabajan con él, empezaban a estar enfermos y a fallecer prematuramente. Entre los primeros documentos que prueban como las personas padecían los síntomas relacionados con problemas de pulmón derivados del uso del amianto, puede encontrarse el manuscrito de un naturalista romano llamado Pliny el antiguo.

Uso del amianto en los tiempos modernos

tiempos modernosA pesar del conocimiento que siempre se ha tenido de los peligros del uso del amianto, la popularidad de este material ha permanecido durante los siglos. Cuando la revolución industrial empezó, los usos del amianto se fueron extendiendo todavía más al comenzar la época de la producción. El rol de este mineral se fue expandiendo al incorporarse a materiales para los barcos, refinerías y para aislar los cuartos de máquinas y salas de calderas en los trenes. Una vez más los problemas con el amianto no cesaron. Miles de trabajadores de los barcos y de la industria de la construcción fueron expuestos sin saberlo, pagando un alto precio por sus vidas.

Uso continuado en el Siglo XX

La demanda de este material mantuvo su popularidad durante el siglo veinte, con picos de uso regular durante la segunda guerra mundial y los años 60. De hecho en 1939 la guerra mundial incluyó en USA el tributo del material por parte de la compañía Johns-Manville. El uso de este material incluyó una estatua gigante conocida como el “hombre de amianto” que acompañaba a los visitantes de un pabellón de la empresa a una completa explicación sobre los beneficios del amianto. La popularidad del amianto continuó durante los siguientes veinticinco años pues podía ser encontrado en cualquier sitio: en las casas, en los colegios, en las fábricas y en los edificios de oficina. El amianto se utilizaba en la fabricación de cemento, tejas, pegamentos, baldosas, placas de yeso, apósitos y en los coches. Incluso algunos cigarrillos tenían filtros de amianto.

Se sospechaba desde hacía tiempo que el amianto hacía enfermar a la gente, aunque las primeras investigaciones eran meramente anecdóticas y no demostraba un vínculo definitivo entre la exposición al amianto y el desarrollo de una enfermedad. Sin embargo en USA, a principio de los años 1900 los médicos empezaron a registrar trabajadores con patologías pulmonares que habían estado expuestos al amianto. Las autopsias confirmaron lo que ya se sabía: que el amianto era la causa que se escondía tras la bronquitis crónica y los problemas de fibrosis pulmonar pues había sido un testigo de ambas. Finalmente, los problemas con el pulmón que se asociaron con la exposición al amianto empezaron a ser conocidos como asbestosis y mesotelioma.

Referencias:
EPA
Scientific American
Opamianto

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